1-Lo que Eufracia  contó acerca de...
              ! El gran caballito Dorado!
_ Pues señor, en un tiempo lejano existió un reino famoso por la cría de caballos enanos que poseía.
 Su rey,  había decidido que éstos equinos se dedicaran a divertir a los niños de la comarca cuando finalizaran sus tareas escolares, mientras los padres trabajaban en el campo. Sin embargo, la felicidad de aquellos días se veía amenazada, porque la hierba comenzaba a escasear.
Su rey,  había decidido que éstos equinos se dedicaran a divertir a los niños de la comarca cuando finalizaran sus tareas escolares, mientras los padres trabajaban en el campo. Sin embargo, la felicidad de aquellos días se veía amenazada, porque la hierba comenzaba a escasear.
Esta era la preocupación del  aldeano  responsable de cuatro caballitos dejado a su cuidado.
De nombre Alazán, el más viejo, el segundo en edad Pinto, le seguía  Azabache y al más jovencito le llamaban Dorado, porque tenía su crin  además de larga y sedosa, de un color dorado tan intenso, que brillaba con los rayos del sol. Por eso Dorado lucía diferente a los demás y él estaba consciente de ello, a tal punto que la vanidad comenzaba a dañarle su pequeño corazón. 
Pues bien, una tarde, mientras que erguido y con trote elegante, tres de ellos montaban sobre sus lomos a los niños, el cuidador se lamentaba triste, algo apartado del barullo infantil.
_Ya no sé qué hacer, si la lluvia no pone fin a la sequía 
¿Dónde los llevaré  a pastar? Trabajan tanto  –-triste mira hacia el grupo- Si Dorado me acompañara...- se anima un tanto- puedo buscar al otro lado del bosque donde dicen  que la hierba es fresca  y crece  en abundancia.
El caballito dorado resaltaba tanto por su belleza, que solo vivía para exhibirse. Los niños tenían prohibido montar en él y la orden real se cumplía a punto. De manera que, mientras sus compañeros trabajaban, Dorado se paseaba orgulloso de sí mismo.
Y las cosas hubieran seguido igual, de no ser por Alazán que se daba cuenta de todo.
Alazán decidió hablar con los demás en la primera oportunidad que tuviera, y esta oportunidad fue posible, durante la noche allá en el establo.
_ Pienso que somos nosotros quienes debemos poner fin a esta situación- terminó Alazán mirando con seriedad a cada uno de ellos.
_  A mí también me da lástima – dijo Pinto- Buscando nuestra comida, se aleja  cada vez más el cuidador.
_ Si los niños me dejaran descansar un rato, podría llevarle. A fin de cuentas, su esfuerzo es para servirnos – expresó Azabache.
_ Aunque soy el más viejo, estoy dispuesto – resopló Alazán- pero con tanto peso, quizás no pueda regresar...
Pinto  miro a Dorado y para que escuchara bien dijo con voz firme:
_ Si el más joven de nosotros quisiera ir...
Dorado,  que se había mantenido callado durante toda la conversación, al sentir sobre sí la mirada de sus compañeros respondió al instante:
Los días continuaron pasando y con la escasa comida, los caballitos se agotaban cada  vez más.
 Dorado vio desmayar a Alazán, el más viejo de sus compañeros, quien fue llevado inmediatamente al establo  por orden del rey.
_ Mi querido amigo, ya no puedes trabajar- le decía el cuidador mientras acariciaba con cariño la plateada crin de Alazán- Iré al otro lado del bosque. Es mi deber encontrarles un  buen lugar donde pastar.
Y como dijo, así hizo. Preparó el viaje y se marchó.
Los caballitos quedaron en el establo, con la comida exacta para tres jornadas. Sin embargo, en el quinto día de ausencia...comenzó a correr en el reino la voz de que  se había perdido el cuidador.
El rumor también preocupó a los  caballitos. Pinto fue el primero en hablar:
_ De nosotros tres, yo soy el que menos carreras  tiene con los niños.
_ Porque eres muy impulsivo – respondió Azabache- Mejor iré yo. Si troto despacio, tendré fuerzas para buscarle.
La voz de Alazán interrumpió el diálogo:
_ Por ser el más viejo, soy el de mayor experiencia. En mis años mozos cabalgué varias veces por esos bosques, de manera que conozco el camino.
_ Ni lo pienses, aún te encuentras débil.
_ Ya estoy bastante recuperado.
_ Pienso igual que Azabache, entonces como ya dije, soy el más indicado.
_ No lo creo Pinto.
Todos, se volvieron hacia aquel que había hablado.
Dorado, que estaba echado sobre la paja, se puso de pie. Paseó su mirada de uno a otro con la firmeza de quien no admite  replicas  y  con voz  tan  clara como firme  expresó:
_ Escúchenme.  Azabache es, de ustedes tres, el que más ha trabajado durante la semana y me doy cuenta que he sido un inconsciente. Yo...no soy tan impulsivo como Pinto, ni tengo la experiencia de Alazán. Pero me sobra la energía necesaria para encontrarlo y regresar.
Y antes de que los demás dieran un pestañado, partió veloz.
La crin  dorada flotaba en el viento, los arbustos hirieron su cuerpo, de lodo se manchó su linda cola, pero nada, nada era más importante para Dorado, que la misión que tenía en  su mente.
 Buscó de aquí para allá y de allá para acá, de Norte a Sur y de Este a Oeste .
Y cuando sintió que comenzaban a fallarle las fuerzas  se animaba pensando, que  jamás  regresaría sin el cuidador, que el cansancio no iba  a  vencerle, ni podía permitir que la sed le venciera y mucho menos que el miedo a  la oscuridad,  le derrotara.
_ “¡No, sus sentidos no le engañaban! Ciertamente...era ¡el arrullo del agua! ”
Y  dando tumbos para no caer, se acerco’ con lentitud al río.
 Divisó primero una franja de hermosa pradera cubierta de hierba fresca !muy apetitosa! y en grupos de dos o tres, piedras apiladas a la orilla .
Con el ímpetu de un caballo joven atravesó el amplio trecho, pero unos metros antes de llegar a él se detuvo, porque...! Oh sorpresa! ¡Qué veían sus ojos!
Allí cerca, muy cerca... estaba desmayado el cuidador.
El corazón de Dorado saltó en el pecho, se olvidó del cansancio, olvidó la sed, olvidó el río y alegre  se dirigió al lugar donde inerte, estaba el cuerpo del cuidador.
Comenzó a galopar con fuerza por alrededor, para que el ruido de los cascos contra las piedras lo animasen. Su esfuerzo no fue en vano, porque  despacio  el cuidador abrió sus ojos, y es que  este, no se había desmayado como en un principio pensó Dorado; si no que cansado de tanto caminar se había quedado dormido.
_ ¡Caballito Dorado, caballito Dorado!
Dorado contento relinchaba, se paraba con elegancia en sus patas traseras, y se dejaba acariciar por el aldeano.
Inmediatamente, este se dio cuenta en las condiciones físicas que estaba el caballito.
_ Gracias Dorado por haberme encontrado. Siento enormes deseos de regresar, pero tienes que recuperarte y descansar.
Se miraron, con la gratitud que nace de los corazones amigos, y el cuidador en un impulso abrazó a Dorado mientras le decía muy quedo, así como para que él solito le escuchara:
_ ¡Que feliz soy de tenerte a mi lado!
Y el caballito enano se sintió grande ¡muy grande!, porque las simples palabras del cuidador le llenaron de orgullo.
porque el aldeano amaba verdaderamente a los caballitos enanos y  en el recuerdo de Alazán, Pinto y Azabache el significado de la palabra AMISTAD.
El caballito trotó y trotó apenas sin sentir el peso del aldeano, para llegar a la comarca en el menor tiempo posible.
La alegría de los pobladores del reino se hizo notar cuando el caballito y su jinete arribaron  a los dos días sin ningún contratiempo completamente sanos  y salvos.
Hasta que pasó la sequía, todos los caballos pastaron en el lugar que el cuidador encontró al otro lado del bosque,  al que ya sabía llegar sin perderse, porque tuvo el cuidado de  fijarse bien cuando venía de regreso en el lomo de Dorado.
Debo decirles además, que a pedido de los niños, para felicidad del caballito, el rey permitió que lo montaran luego de recuperarse de tan largo y educativo viaje.
Sentía un temor ¡inmenso! de que lo dejaran solo para  exhibir la rara belleza de la cual no se  acordó nunca más porque había aprendido que:
Desde aquel día, todos  comenzaron a llamarle  ¡Gran caballito Dorado! Y colorín  colorado...! Mi cuento ha terminado! 
Tercer Grado
Escuela Primaria Comunidad Sao Arriba Holguin . Cuba
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